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John Aubrey nació en 1626 en Wiltshire, Inglaterra, en el seno de una familia de pequeños terratenientes. Recibió una educación clásica y estudió en el Trinity College de Oxford, donde se familiarizó con la tradición humanista, la literatura y las ciencias de su tiempo. Aunque su carrera académica se vio interrumpida por la agitación política de la guerra civil inglesa, aquellas primeras lecturas marcaron para siempre su interés por la historia, las biografías y las antigüedades.
Aubrey es recordado como uno de los primeros grandes anticuarios ingleses, es decir, estudiosos de monumentos, restos materiales y costumbres del pasado. Recorrió especialmente el sur de Inglaterra, documentando con detalle y dibujos monumentos megalíticos como Avebury y Stonehenge, mucho antes de que existiese la arqueología como disciplina tal y como la entendemos hoy. Sus descripciones y planos se consideran una de las primeras aproximaciones sistemáticas al estudio de estos lugares.
Su afán por registrar inscripciones, ruinas, leyendas locales y tradiciones populares hizo que muchos lo consideren un auténtico pionero de la arqueología y del estudio del folclore británico. A través de sus notas, cartas y manuscritos dejó un testimonio valiosísimo sobre cómo se veían y se entendían estos enclaves en el siglo XVII.
La curiosidad de John Aubrey no se limitó a la historia. Fue miembro de la Royal Society, la institución científica más importante de Inglaterra en la época, donde coincidió con figuras clave del pensamiento y la experimentación modernos. Allí se movió en un ambiente en el que convivían la observación empírica, el intercambio de ideas y, todavía, un fuerte interés por lo sobrenatural y lo maravilloso.
Ese contacto con científicos, filósofos y eruditos reforzó su vocación de observador incansable. A lo largo de su vida fue acumulando cuadernos, apuntes y manuscritos con todo tipo de curiosidades: desde fenómenos naturales y rarezas del comportamiento humano hasta historias de fantasmas, sueños y presagios, que más tarde aparecerían en sus obras.
La obra más conocida de John Aubrey es Brief Lives, una colección de biografías breves de personajes de los siglos XVI y XVII. Comenzó reuniendo información para ayudar a su amigo, el erudito Anthony Wood, en un proyecto biográfico, pero muy pronto convirtió esas notas en un trabajo propio. En lugar de limitarse a fechas y datos oficiales, Aubrey buscó testimonios directos y anécdotas, hablando con personas que habían conocido a los protagonistas en persona.
En Brief Lives retrata a figuras tan diversas como Francis Bacon, Robert Boyle, Thomas Browne, John Dee, Sir Walter Raleigh, Edmund Halley, Ben Jonson, Thomas Hobbes o William Shakespeare, entre muchos otros. Sus textos mezclan información histórica, chismes de la época y observaciones personales, lo que da como resultado unos retratos vivos, humanos y llenos de detalles cotidianos. Por ese estilo directo y cercano, muchos lo consideran un precursor de la biografía moderna.
Durante su vida, la única obra de John Aubrey que llegó a publicarse fue Miscellanies upon Various Subjects (1696), un libro que reúne historias y testimonios sobre temas que hoy llamaríamos sobrenaturales: sueños premonitorios, apariciones, presagios, golpes invisibles, voces sin cuerpo, visiones y otros fenómenos extraños. En él recoge casos que había oído contar a testigos directos o a personas cercanas, en una época en la que ciencia y creencias populares todavía se entremezclaban.
Ese interés por fantasmas, presagios y fenómenos inexplicables ha hecho que Miscellanies sea especialmente apreciado por quienes estudian la historia de las creencias mágicas, el folclore y el llamado “ocultismo” en la Inglaterra del siglo XVII. Al mismo tiempo, ofrece una ventana privilegiada a la mentalidad de su tiempo: un mundo en el que lo científico y lo sobrenatural convivían sin una frontera clara.
Además de sus biografías y de Miscellanies, Aubrey escribió trabajos como Natural History of Wiltshire, donde combinó observaciones sobre la geografía, la fauna, la flora y las costumbres de su región, y diversos manuscritos dedicados a antiguas tradiciones religiosas, supersticiones y restos del pasado que hoy son una mina para historiadores y folkloristas. Muchos de esos textos quedaron inéditos en vida y fueron editados y ordenados por especialistas siglos después.
John Aubrey murió en 1697, dejando tras de sí más notas, esbozos y manuscritos que libros terminados. Sin embargo, precisamente esa maraña de apuntes, observaciones y relatos ha convertido su figura en algo único: un testigo privilegiado de su época, que supo mirar al pasado con curiosidad casi arqueológica y al mismo tiempo escuchar las historias, miedos y creencias de la gente de su entorno. Hoy se le reconoce como un autor clave para entender tanto la cultura erudita como la popular de la Inglaterra del siglo XVII.